Lo más interesante, lo más extraño, lo más divertido de estos últimos días fue aquella excursión con mis amigos, a hacer paracaidismo, no tengo palabras que describa esa sensación que sentí aquel día.
Todo empezó cuando se tiro en primer lugar Álvaro, luego fue Marta y por ultimo yo que no me decía a saltar hasta que me arte de valor y salte de aquel avión a seis mil pies e altura. Parecíamos balas de escopetas surcando el cielo azul sin ninguna nube en el horizonte todo iba bien hasta que de repente se me soltó un asa del paracaídas. De lo nervioso que estaba no supe reaccionar y menos mal que mi amiga marta me cogió en sus manos con toda su fuerza hasta tocar suelo. Nuestro punto de llegada no era ese, sino que estaba a diez kilómetros más o menos de donde nos encontrábamos que era en medio de unas rocas como si estuviéramos en un desfiladero, nos pusimos en marcha rápido después de haber recogido nuestros paracaídas y metérnoslos en las mochilas.
A lo lejos vimos que se levantaba mucho polvo como una tormenta de arena, pero al fijarnos bien vimos que eran un montón de vacas que venían hacia nosotros. Sin pensárnoslo dos veces nos pusimos a correr como nunca lo habíamos hecho hasta llegar a unas rocas a las que nos subimos, con tan mala suerte que Marta que se apoyó sobre una serpiente de cascabel y la picó si saber que hacer, estuvimos, esperamos hasta que pasaran todas las vacas, más tarde cuando pasaron todas las vacas lanzamos una bengala de luz para señalar nuestra posición. En seguida un helicóptero nos estaba sobre volando,
Confusos y exhaustos de cansancio nos subimos al helicóptero y cuando llegamos a la ciudad fuimos directamente a hospital la curaron y después regresamos a casa y con la sorpresa de que nos tenían preparada una fiesta sorpresa nuestros amigos fue una velada que volveríamos a repetir aunque nos pasara de todo.