Estoy recién levantada, pues he tenido un sueño tras el cual he sentido la necesidad de escribirlo. Es un sueño de aquellos tan reales que te despiertan con los ojos como platos, de los que hacen que quieras contárselo a alguien. Pero mi sueño no es solo eso. Mi sueño es un viaje al pasado, un viaje a otro mundo, un viaje desgraciadamente irrepetible.
Toda mi historia comienza no sé a qué hora de la noche anterior, puede que solo haya sido diez minutos antes de despertar.
Aparecí en una extraña pradera sin fin de un color verde, era un verde precioso, muy vivo, tan vivo que llegaba a intimidar. El suelo no era de hierba, sino que estaba repleto de bultos de diferentes tamaños, no muy grandes, los más grandes podrían tener el tamaño de un puño. Estos bultos verdes eran de aspecto esponjoso. En los huecos en los que se juntaban varios de estos bultos había unas pequeñas bolitas de color púrpura.
Miré a mi alrededor y no vi ningún edificio, ningún huerto, ninguna pared o valla para marcar las lindes de los terrenos, ningún sendero… En definitiva, no había ningún indicio de que por ese extraño lugar hubiese pasado el ser humano.
En el suelo tampoco había hormigas ni lombrices. No veía ningún animal.
Yo intentaba agudizar mi oído para intentar percibir el canto de algún pájaro que me pudiera indicar que a parte de mí, había algo más por allí con vida. Pero no conseguí oir nada. Me puse a andar, camino de ninguna parte, sólo era un paseo. Esperaba tener algo de suerte y poder encontrar algo de vida animada. Porque los bultos verdes y esponjosos que hay bajo mis pies no tienen mucha pinta de ser plantas, salvo porque son verdes.
En medio de mi paseo, que constaba de una línea recta que unía el punto en el que aparecí y el infinito, se cortó la tierra y aparecí al borde de un enorme y escarpado acantilado. El acantilado podría medir unos treinta metros de alto, era de piedra oscura y en las paredes entraban y salían cientos de pájaros negros, los pájaros eran aterradores pero me provocaron una media sonrisa al haber encontrado vida. A los pies del acantilado había un lago de un precioso color azul esmeralda, rodeado de unas playas de arenas blancas de pocos metros de ancho.
1 comentario:
Algunas minucias para corregir: parte, oir. Me encanta el texto: buen pulso, preciso, transmite emociones...
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