Los pies de la memoria (real o inventada)

A, 17 de abril: La Tierra antes de la existencia del ser humano.
B, 24 de abril: La Tierra después del ser humano.
A, 1 de mayo: Rosas de piedra.
B, 8 de mayo: El don de la ignorancia.
A, 15 de mayo: Perdidos en un cuento.
B, 22 de mayo: Los lunes.
A, 29 de mayo: Llegas tarde a tu tiempo.
B, 5 de junio: Nunca estuve aquí.

lunes, 20 de abril de 2009

La Tierra antes de la existencia del ser humano

  Estoy recién levantada, pues he tenido un sueño tras el cual he sentido la necesidad de escribirlo. Es un sueño de aquellos tan reales que te despiertan con los ojos como platos, de los que hacen que quieras contárselo a alguien. Pero mi sueño no es solo eso. Mi sueño es un viaje al pasado, un viaje a otro mundo, un viaje desgraciadamente irrepetible.

  Toda mi historia comienza no sé a qué hora de la noche anterior, puede que solo haya sido diez minutos antes de despertar.

 

  Aparecí en una extraña pradera sin fin de un color verde, era un verde precioso, muy vivo, tan vivo que llegaba a intimidar. El suelo no era de hierba, sino que estaba repleto de bultos de diferentes tamaños, no muy grandes, los más grandes podrían tener el tamaño de un puño. Estos bultos verdes eran de aspecto esponjoso. En los huecos  en los que se juntaban varios de estos bultos había unas pequeñas bolitas de color púrpura.

  Miré a mi alrededor y no vi  ningún edificio, ningún huerto, ninguna pared o valla para marcar las lindes de los terrenos, ningún sendero… En definitiva, no había ningún indicio de que por ese extraño lugar hubiese pasado el ser humano.

  En el suelo tampoco había hormigas ni lombrices. No veía ningún animal.

 

  Yo intentaba agudizar mi oído para intentar percibir el canto de algún pájaro que me pudiera indicar que a parte de mí, había algo más por allí con vida. Pero no conseguí oir nada. Me puse a andar, camino de ninguna parte, sólo era un paseo. Esperaba tener algo de suerte y poder encontrar algo de vida animada. Porque los bultos verdes y esponjosos que hay bajo mis pies no tienen mucha pinta de ser plantas, salvo porque son verdes.

  En medio de mi paseo, que constaba de una línea recta que unía el punto en el que aparecí y el infinito, se cortó la tierra y aparecí al borde de un enorme y escarpado acantilado. El acantilado podría medir unos treinta metros de alto, era de piedra oscura y en las paredes entraban y salían cientos de pájaros negros, los pájaros eran aterradores pero me provocaron una media sonrisa al haber encontrado vida. A los pies del acantilado había un lago de un precioso color azul esmeralda, rodeado de unas playas de arenas blancas de pocos metros de ancho.

  Pensé que el ser humano no debía existir, porque de lo contrario, si así fuera, ese lugar estaría rodeado de hoteles y lleno de turistas con bermudas y chaquetas atadas a la cintura. Por eso, yo que era la única persona que lo podía apreciar, debía disfrutarlo al máximo. Todo parecía tan bonito desde allí arriba… De alguna manera tenía que bajar a ese lago que me hipnotizaba. Y la única manera posible de bajar era lanzarse desde arriba para caer esos treinta metros, y tener suerte de que en el camino no me  atacase alguno de esos terribles pájaros negros que me ponían los pelos de punta, yo seguía en el borde del acantilado mirando hacia abajo y pensando cómo podría bajar cuando un olor hizo que dejase de mirar a aquella playa. Era una brisa de aspecto dulce que me resultaba algo familiar. Me dí la vuelta para intentar averiguar de dónde procedía aquél olor. Pero no encontré nada. Me daba cuenta de que ese olor me estaba empezando a aturdir. Estaba muy mareada, todo daba vueltas mientras que yo me preocupaba por caerme por los acantilados. Así sucedió. Caía de espaldas por el nido de víboras y veía a los pájaros negros a pocos centímetros de mis pestañas. Cuando mi piel estaba a punto de tocar esas aguas cristalinas me desperté sobresaltada. Todo ha sido tan real que puedo decir que he vivido en la Tierra antes de la existencia del ser humano. 

1 comentario:

José A. Sáinz dijo...

Algunas minucias para corregir: parte, oir. Me encanta el texto: buen pulso, preciso, transmite emociones...