La tormenta infinita.

Reinaba un silencio de sábado por la tarde, lleno de nostalgia. Aquel 15 de Noviembre de 2007 no será olvidado nunca por mí, ni por aquellos ancianos que reposaban en lo alto de las paredes de piedra de las fincas donde recogían los higos, ya maduros.

La tarde se alejaba poco a poco y un viento fuerte empezaba a reinar en el pueblo. Nosotros bajábamos a pesar los higos a la cooperativa y en el horizonte se podía hallar un negro pálido de las nubes chocantes acercándose lentamente.

Repetitivo era el caer de las gotas de agua sobre las cajas de cartón y haciéndose charcos en los caminos de tierra húmeda. A lo lejos se podían observar, en el cielo oscuro, puntos blancos intermitentes que conforme pasaba el tiempo éstos se acercaban aún mas convirtiéndose en rayos cargados de una potente energía destructora. Todo se hacía tinieblas y las luces del pueblo se ivan apagando a causa de la tormenta que ya nos había alcanzado. Vimos (lo poco que se podía) a lo lejos una casilla vieja pero bien conservada, y nos metimos allí.
Pasamos la noche en ese lugar con algunas mantas viejas y rotas que allí se hallaban, y al día siguiente observamos que todo había parado y volvía a la normalidad.
Llegamos al pueblo y comimos hasta no poder más y nos fuimos a dormir hasta el día siguiente.
Afortunadamente todo quedó en un susto y al siguiente año en época de recolecta de higos fuimos paragüas y mantas para prevenir cualquier tipo de mal tiempo.