Los pies de la memoria (real o inventada)

A, 17 de abril: La Tierra antes de la existencia del ser humano.
B, 24 de abril: La Tierra después del ser humano.
A, 1 de mayo: Rosas de piedra.
B, 8 de mayo: El don de la ignorancia.
A, 15 de mayo: Perdidos en un cuento.
B, 22 de mayo: Los lunes.
A, 29 de mayo: Llegas tarde a tu tiempo.
B, 5 de junio: Nunca estuve aquí.

domingo, 14 de junio de 2009

Perdidos en un cuento



  
  Era una hermosa tarde de verano en la que María, Marcos y yo estábamos paseando por la ciudad. Realmente no teníamos nada que hacer. María dijo que le apetecía ir a algún museo. Y Marcos y yo aceptamos su propuesta. Íbamos por el Paseo del Prado y aprovechamos que había una nueva exposición de Joaquín Sorollapara entrar en el Museo del Prado. En uno de los primeros cuadros que vimos nos sucedió algo extraordinario. Era El Estudio. Un cuadro precioso en el que, a su vez, aparecen otros cuadros del mismo pintor. 

  Al ir a ver el cuadro, había tal cantidad de gente que decidimos dejarlo para el final de nuestra visita. Entre ese cúmulo de visitantes había una pareja especial. Era una pareja de mujeres vestidas con ropajes extraños, antiguos... La más vieja, llevaba un vestido totalmente negro, con un pañuelo también negro tapando su cabello. A su lado estaba la otra muchacha con un vestido color azul, un mantón color crema con insípidos motivos decorativos del color de su propio vestido que la tapaba los brazos, y también llevaba un pañuelo en la cabeza que permitía que se le viese la cara. Una cara que expresaba la mayor sensación de tristeza y agotamiento que jamás habíamos visto. 

  Marcos, María y yo nos quedamos mirándolas durante unos minutos. Ellas parecía que en ese cuadro veían algo más de lo que veía el resto de la gente, sentimientos que el cuadro transmitía pero que sólo eran perceptibles para unas pocas personas con ciertas cualidades. Aquellas dos mujeres eran esas personas con cualidades muy especiales.

  Mientras que veíamos el resto de la exposición, yo no podía dejar de pensar en esas dos mujeres. Desde luego llamaban la atención por su indumentaria. Y su imagen se me quedó revoloteando por mis pensamientos. 

  Prácticamente en el final de la exposición vimos algo que nos dejó atónitos. Llegamos a un cuadro que se llama Trata de blancas donde aparecen cinco mujeres sentadas en bancos de madera. Se las ve exhaustas. Tanto que cuatro de esas cinco están dormidas. Solo una de ellas está despierta. Y es precisamente ella, la vieja de luto es la que está despierta, y a su lado se encuentra la muchacha del vestido azul.   


                                        

  Al darnos cuenta del suceso, salimos corriendo hacia la entrada de la exposición donde se encontraba el cuadro de El Estudio con sus espectadoras. No nos pusimos de acuerdo para ir a buscarlas, de hecho no dijimos ni una sola palabra. Supongo que llevábamos un tiempo, desde que las habíamos visto, en el que ninguno de los tres podíamos dejar de pensar en ellas.

  Cuando llegamos al cuadro estaba totalmente solo. Ni una sola persona mirando el cuadro, y mucho menos aquellas dos mujeres. Marcos, María y yo, al llegar y llegar a tal decepción, respiramos, agachamos la cabeza y nos fuimos lentamente del museo.

  Si las hubiésemos encontrado, realmente confieso que no sé qué podríamos haber hecho. Ni cuál habría sido nuestra reacción al encontrar nuestro objetivo.