Los pies de la memoria (real o inventada)

A, 17 de abril: La Tierra antes de la existencia del ser humano.
B, 24 de abril: La Tierra después del ser humano.
A, 1 de mayo: Rosas de piedra.
B, 8 de mayo: El don de la ignorancia.
A, 15 de mayo: Perdidos en un cuento.
B, 22 de mayo: Los lunes.
A, 29 de mayo: Llegas tarde a tu tiempo.
B, 5 de junio: Nunca estuve aquí.

lunes, 10 de noviembre de 2008

La playa


  Caminábamos Marta, Jaime, Ruth y yo hacia la playa. Serían hacia las diez de la noche. Íbamos rápido, como si lleváramos prisa, y no hablábamos ninguno como si nos fuese a pasar algo grave. Todos sincronizados sin saber por qué. Pero aún así los cuatro seguíamos andando como si nos llevasen con una correa. Al llegar a la playa vimos a un borracho hablando sólo, bailando y cantando; alrededor había algunas decenas de personas contemplando el espectáculo. Él mismo se nombraba como un profeta de algún dios recién inventado. ¿Y ese era el motivo por el cual nos dirigimos hacia la playa con tanta intriga? Dijo que el amor no existe, que el futuro no existe, no existe el tiempo, solo un ambiguo destino. Que estábamos hechos para morir, que éramos experimentos. A nosotros nos hacía gracia ese hombre pero en un momento dado, él me miró a los ojos con una cara con la que intentaba expresar odio, asco y con la que a la vez me intentaba convencer de sus hipótesis. Me llegó a dar algo de miedo. Mis escandalosas carcajadas se acabaron en décimas de segundos como por arte de magia, durante algunos segundos nuestras miradas se mantenían en equilibrio, pero rápido esa tensión me hizo bajar la cabeza y cerrar los ojos. Mis amigos se quedaron mirándome mientras solo se oían resquicios de algunas carcajadas debilitadas de algún despistado. Apareció un torbellino de fina y blanca arena y aquel hombre desapareció. Todos pensamos que lo haría por llamar la atención y que se habría metido en el mar cuando apareció aquel torbellino de arena seguramente también de su propia invención.

  Al día siguiente me desperté tras una noche en la que no pude pegar ojo sólo podía pensar en lo sucedido, en qué haría ese loco para inventarse todas esas historias, en cuál sería aquella enfermedad mental, me acordaba de la cara de aquel hombre como si fuera la de mi padre. Nada más levantarme pensé en ir a buscar a Jaime para comentar lo de la noche anterior. Mientras estaba desayunando, mi madre puso la televisión, no daba crédito a lo que me decían mis ojos. ¿Os imagináis quien era el premio Nobel de literatura muerto hace tan sólo dos días? Sí, era aquel hombre de la playa que vi anoche, pero, ¿murió hace dos días?

1 comentario:

José A. Sáinz dijo...

Intigante, escrito con garra. Me gusta. Un par de pequeñas máculas: sólo -llevaría tilde si resultara ambiguo, fuese un adverbio y pudiera ser sustituible por solamente-, y ojo solo -le falta un signo de puntuación entre ambos.