En el instituto me convertí en un ser humano normal y corriente. Esa fue la segunda etapa de mi vida: convertirme en un ser humano como cualquier otro. Abandoné mis peculiaridades y me convertí en un chico como los demás.
En el instituto las cosas iban mejor de lo que yo pensaba, porque un niño como yo, tardaría varias semanas en adaptarse a la vida de un estudiante de ciudad. Sin embargo, a mí me aceptaron muy bien, porque cuando nos aburríamos, les contaba a los compañeros de clase, historias que me habían ocurrido en ciertas ocasiones, y por eso me apreciaban como a un auténtico héroe que había estado al filo de la muerte en varias ocasiones por cuidar lo que más apreciaba, su ganado de la montaña.
Allí la vida era completamente distinta, ya que lo único que tenía que hacer era cuidar a su ganado y dar de comer a su padre, que estaba enfermo y que apenas se podía mover. Pero un día su padre empeoró y no sé pudo hacer nada por él, así que, decidió vender todo el ganado e irse a vivir a la ciudad como los demás niños de su edad hacen. Para eso, se tubo que ir a una casa de acogida para que no se sintiera tan solo.
domingo, 12 de octubre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Bien. Un par de faltas: por el, se tubo.
Publicar un comentario